viernes, 30 de septiembre de 2011

Las putas también se enamoran

Mi vestido escarlata ondeaba mientras esperaba sentada en la mesa de aquel restaurante a ese hombre que jamás llegaría...

Sentada en el salón de clases, cansada de los sofismas de mis compañeros y de los gestos de desaprobación de mi profesor, irrumpe por la puerta un rostro que rompió con mi cotidianidad de inmediato y captó mi atención en el instante, algo que sin lugar a dudas deja mucho que pensar, ya que mi atención pocas cosas la acaparan. ''Les presento a Pablo, él nuevo estudiante que ha venido de intercambio a nuestra universidad, espero que le den una buena acogida'' sostuvo el profesor en ese momento, y lo primero que pensé en el instante fue: Quien mejor que yo para darle una buena a-cogida. 

Levanté mis ojos, y me encontré con la sorpresa que su mirada se entrelazaba con la mía, como si el mismo Cupido las hubiese anudado disparando sus dardos fulminantes. Maldije por un momento a quien tenía sentado a mi lado, como hubiese deseado que la silla se encontrase vacía para que él se pudiese sentar a mi lado, tuvo que desplazarse hasta el último asiento, pero en el recorrido nuestras miradas aún seguían clavadas como una estaca. La clase transcurrió con normalidad, una vez que se sentó, no le di mayor importancia, y continué escuchando los razonamientos dialecticos de mis compañeros, y los juicios a priori basados en conocimientos empíricos sin ningún fundamento, que a mi apreciación culminaban en un aporema. Pero a quien quería engañar, yo, Camila Henao, una mujer que nunca creyó en eso que llaman ''amor a primera vista'' estaba siendo seducida por ese chico que entró por la puerta, supongo que todo ser humano necesita saciarse del elixir llamado amor alguna vez en la vida, pero como lo dice la filosofa alemana Hannah Arendt, “las necesidades humanas, no nos dejan ser libres”, y yo soy una mujer libre, al menos eso creí hasta ese momento. 

Una vez terminada la clase salí inmediatamente por un cigarrillo, sin ninguna razón aparente estaba tensa y necesitaba relajarme, sumado a esto, las nubes envolvían con ímpetu la atmósfera, hecho que traería como consecuencia una tarde lluviosa, y por ende mis ganas de fumar. Mientras mis labios rozaban delicadamente el cigarrillo, en lo profundo vi una sombra desdibujada aproximándose apresuradamente, tanto así, que de repente escuché la pregunta: ¿Disculpa, tienes un encendedor?

Voltee mi cabeza y era Pablo, por alguna razón inexplicable el nerviosismo se apoderó de mí por un segundo, “Si, como no, toma'' le respondí con voz vacilante, y saque de mi cartera el encendedor, y lo puse suavemente en su mano. Era la primera vez que disfrutaba tanto fumar en compañía de una persona, sus ojos azul profundo me cautivaron, su sonrisa desbordante hacía que cada instante me pareciera una exaltación máxima. Entablamos una conversación fortuita, nos conocimos y dimos paso al preámbulo de una noche de placer y pasión excesiva.

Nuestros cuerpos estaban sumidos en la desesperación por devorarse, mi libido nunca había estado tan enaltecido, nuestras pieles se fusionaron una con la otra a la perfección, era una obra maestra de la naturaleza humana. La sensación de estar con un hombre sin que me pagaran, mientras besaba cada uno de mis poros, donde el sudor y los fluidos corporales eran los protagonistas de la noche.
Mi ser enardecía, mientras se glorificaban cada uno de mis movimientos en la cama, mis pezones endurecidos, manifestaban el grado de excitación de aquel día, hacía mucho que no fingía un orgasmo, mis gemidos eran auténticos, mis manos se aferraban a su espalda, como si él fuese una extensión de mi, de mi ser, sentía la necesidad de no quererme separar de él nunca más.

El alba entró por la ventana y los primeros rayos del astro rey revelaron nuestras siluetas desnudas, en donde quedaron los rastros de esa noche vivida en donde lo entregué todo. Y así continuaron nuestros encuentros reiterados, y cada vez más repetitivos, hasta que inesperadamente Cupido había hecho de las suyas, y los dardos fulminantes disparados ese primer día habían surtido su efecto, el amor había tocado a mi puerta, y sin titubearlo las abrí de par en par.

El tiempo pasó y nuestra relación afianzaba a pasos agigantados, el amor nos envolvía, habían planes de boda, ¡si de boda!, quien iba a pensarlo que yo, Camila Henao, se encontraría en semejante situación, luego de haber estado acostumbrada a ser una vendedora de placeres, que afirmaba con rotunda vehemencia que no había nacido para ser amada. Pero con el transcurrir de algunos años, la vida se encargaría de darme la razón.

Una llamada inesperada aquel 12 de noviembre a las 7 p.m, quedaría guardada en el baúl de mis recuerdos para siempre. “aló, ¿Camila?, Le hablamos de la clínica, queremos informarle que Pablo ha tenido un grave accidente automovilístico, y desafortunadamente ha fallecido” afirmó la enfermera con voz contundente, mientras yo lo esperaba sentada en la mesa de aquel restaurante con mi vestido escarlata, a ese hombre que jamás llegaría.

9 comentarios:

  1. Hay amores que necesitan irse al paraíso para que siempre sean nuestros.

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  2. Hola Camila, me encanta como escribes.
    Tú me podrías dar una entrevista para un reportaje que estoy realizando, por favor?

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  3. Describes de puta madre!
    Me encantó la entrada.

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  4. Te felicito eres una escritora febomenal

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  5. Amor a primera vista, intenso, lleno de pasión y lastimosamente truncado por las circunstancias... Sólo resta esperar que en el camino te encuentres con cupido de nuevo y revivas ese elixir extraño que los unió esa mañana al entrar a clase.

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  6. "Sus brazos abrazaron tu eternidad"... felicitaciones excelente escrito, me encantaría comunicarme contigo. escríbeme danielaverbri@gmail.com

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